Entender la ciudad y el espacio público en todos sus aspectos (no solo físico y estético, sino también social, político, histórico, cultural, económico) y conocer todos sus procesos.
Participación ciudadana en el proceso de diseño y construcción (que nunca termina) para sentirlo suyo.
El proyecto no debe ser algo que alguien ajeno ha colocado y que nadie usa ni entiende, ni algo desconocido con lo que los ciudadanos no se sienten identificados.